Blog de Jorge González

Blog destinado a compartir los escritos de Jorge González



Me pides que dibuje para ti muchos finales, para elegir de entre todos ellos, el que mejor sabor deje en tus labios. Acepto el reto, concédeme un instante, no desesperes, necesito sacar punta al lápiz, desempolvar mi viejo cuaderno, romper todas las gomas de mi estuche, para que te des cuenta de que no borraré nada de lo pasado. Tenemos toda una vida por delante, no te pongas nerviosa, relájate, solo disfruta, déjalo todo en mis manos, que del resto yo me encargo…

Es cierto, no sé pintar nada bien la verdad, pero sí que puedo prometerte algo: Que para ti trataré de hacer los más finos trazos y proporcionarles la cromacidad justa: Colores alegres, no existen blancos ni negros, no te alarmes por días grises (Porque aquí no existen), no hay marrones, nos pondremos morados comiendo (tal y como a ti te gusta), decirnos cosas verdes hasta ponernos rojos…

…Han pasado ya algunos días, y ¿Sabes? he dibujado tantos finales posibles que he perdido la cuenta, me he dedicado a pintarlos en la cama, cada minuto de la noche, un cuadro. Es imposible echar las cuentas, llevo gastados ya unas cuantas cajas de lápices de colores, unos cuantos botes de tinta, mil lienzos, pero como te prometí, ningún borrón...

Tengo tu sonrisa impresa en un papel indestructible, la foto en el que descubrí lo que era una princesa de verdad, y no la de los cuentos antiguos o mentiras modernas. Aún tengo en mi cuerpo las marcas de tu collar grande, en mi cabeza las señales de tu diadema blanca. El sonido de tus pisadas con esos zapatos de tacón, el vaho en los cristales de mi coche…

Después de cientos y cientos, al terminar el último final que pude dibujar… Me dí cuenta que ninguno era real, y que lo más cercano a una futurible realidad, es dibujar un “No final”, dejar que el tiempo trace las curvas de los buenos y los malos momentos, que tus labios aceleren mi corazón, que tus oídos descansen en mi pecho, que tus ojos maten mis pensamientos, que un silencio sea eterno, una palabra demasiado corta, que dos sean infinitas... Que tus odios sean los míos, que tus sueños sean felices, vestirme de superhéroe y tirar piedras al señor oscuro si tienes miedo, ver una película malísima y que para nosotros sea inolvidable, coger el coche y cargarlo hasta arriba de gasolina hasta que nos deje tirados en una carretera, al lado del barrio aquél que hablamos, aquél tan lejano, donde no había nadie…






Jorge González Jiménez – 13 de Septiembre de 2009




Una de tantas noches en la cama dando vueltas pensando, me vino a la cabeza la palabra “dadivoso”, y pese a no saber con exactitud su significado… ésta palabra me sugirió algo que solo se nos ocurre a la gente extraña… Me incitó a investigar que sería mejor, si conocer al detalle el significado de esa palabra o, sin embargo, quedarme con la esencia y la musicalidad de la palabra, es decir, conocer su interior o quedarme con su estética…

Es justo esto, sobre lo que quiero hacer reflexionar, ¿Qué es más importante? ¿Lo puramente estético o lo íntimo, lo personal, lo desconocido?…

En mi caso, siempre he tenido clara, mi respuesta hacia la ya mencionada pregunta… Quizá por curioso, por “metomentodo” o por imprudente… Pero siempre he querido conocer algo más allá siempre de la estética, ya que lo estético, aparte de perecedero, es demasiado particular y personal.

Como no podía ser de otra forma, a la mañana siguiente lo primero que hice fue investigar el significado de la palabra, encontré que es sinónimo de generoso, liberal, desprendido… ¡Desprendido!, justo lo contrario a mi manera de actuar en este caso, muy distante al reflejo de mi complicado yo… Por tanto no es una palabra con la que pudiese describirme, ni tan siquiera identificarme, lo que sí es cierto es que a partir de aquella noche siempre recordaré la palabra dadivoso por hacerme reflexionar.

Puedo relacionar, en cierto modo, la búsqueda de su significado, con mis ganas de conocer más de la gente, pensamientos, gestos, actos, actitudes, aptitudes… Analizándolo más allá de un primer impulso, su estética. Siempre trato de buscar lo profundo, lo especial, la individualidad, la diferencia… Siempre habrá quien me tache de irrealista, falso, habrá quien me hable de quimeras o utopías… Nunca me harán bajarme del carro de mis intenciones. A mí, del mismo modo que al agua, podrán cambiarme en formas pero no en contenido.

Por último, como consejo, si se me permite la licencia, no tengáis recelo a conocer siempre algo más, el miedo, la desconfianza, no debería ser más afanoso que el misterio, las ganas de saber, las preguntas…






Jorge González Jiménez – 16 Agosto 2009




Algunos autores como Herman Hesse escribían como profesión y dedicaban su tiempo ocioso, indolente, a pintar como único remedio, cura o alivio al desconsuelo… Yo, por el contrario, tengo el arte como profesión y escribo por satisfacción, como medicina, bálsamo o consuelo al aislamiento, la pena o el retiro social.

Jorge Oteiza, nacido en Guipúzcoa, fue un escritor, pintor, diseñador… Pero en la rama en la que más destacó fue, sin duda, en la escultura. Es sobre ésta vertiente en la cual me voy a basar para comparar mis pensamientos a los de Oteiza. Jorge Oteiza utilizaba sus esculturas según él, para rellenar espacios vacíos, “Huts”, ausencias de algo que se quiere tener… Quizá en la misma medida, así actúo yo, esculpo una actitud dura, fría, impávida, una máscara que esconda los miedos, las preocupaciones, la incomunicación… Éstas “esculturas” son las que utilizo para llenar los vacíos de mi vida, la falta de abrazos afanosos, voluntarios… Una palmadita en la espalda, un atisbo de amistad, un silencio, una conversación inteligente, profunda…

La sensación de creer que somos sabios de nosotros mismos, de que nada nos sorprenderá jamás, pretender conocer como vamos a actuar ante los hechos futuros, nos arrastra inexorablemente a un laberinto de difícil salida. Creamos involuntariamente un ciclo negativo de excesiva autosuficiencia. Personalmente considero que la felicidad subjetiva procede de un constante uso de la sorpresa, de lo inesperado, de que un imprevisto nos saque de la rutina y nos sorprenda positivamente. Si nos pensamos superiores a las situaciones, no encontraremos felicidad, ni satisfacción persona, así como la salida al laberinto y círculo negativo creado. He aquí mi error, mi condena, creo conocerme tanto a mi mismo y mis reacciones ante las situaciones, que no consigo sorprenderme, por tanto no hallo mi bienestar personal, mi felicidad interna. Esto produce el ciclo, ya mencionado, si no consigo encontrar mi propia felicidad, como encontrarla en los demás. Una casa se construye desde el suelo, hacia el tejado y no al revés.




13 de Julio 2009 - Jorge González Jiménez



¿Qué putada sentirse sólo verdad? Mirar a un lado y ver gente, mirar hacia atrás y ver más gente, mirar de frente y seguir viendo gente… Gente, sin más, ese el problema…

¡Qué putada sentirse solo! Estar rodeado y sentirte nadie ante la multitud, y expresarlo en tu mirada, una mirada perdida, ausente, carente de buenos momentos, de ratos felices… Una mirada cargada de preocupaciones, una mirada que esconde las lágrimas en un silencio aterrador… Te sientes solo, pero no estás solo…

¿Qué diferencia hay? Nunca estamos solos, siempre nos acompaña algo, un sentimiento: dolor, tristeza… Siempre tenemos algo más ahí: un estado de ánimo: a veces triste, a veces no… Pero el sentimiento de soledad, tan grande como duro, siempre está ahí, unas veces me concede un instante de locura, otras sin embargo, está tan presente que duele, no sabes como deshacerte de su abrazo tan pasional, de sus palabras frías y calculadas, de tener su aliento siempre tan cerca…

La soledad es un duro muro contra el que chocan, las ganas de vivir, de sentirte especial, de saber que estás aquí por algo… Son tantas las razones, por las que derribaríamos ese muro, que parece imposible pensar que sigue tan dentro de nosotros, que nos acompaña a todos lados, que te da la mano y no la suelta nunca…

Pero, ¿Quién no se ha sentido solo? Quien no se olvidó alguna vez de sonreír, de regalar una palabra amable, un gesto, una caricia, un beso, un pedazo de ti… Quién no se olvidó de regalar una porción de nosotros, de compartir un paseo, una vuelta en bici, una hora en un parque… Nos olvidamos siempre, de lo que parece menos importante, lo que parece pero que en realidad, son esos pequeños gestos, ese mínimo detalle quien nos hace sentir especiales, sentirse arropado, confiado, seguro de ti mismo… Nos olvidamos con mucha facilidad de las cosas más simples…

Y luego vienen las preguntas, los comederos de cabeza… Quienes parecen ser, tus amigos/as de verdad, a quienes escuchas, quienes te matan por dentro y te maniatan por fuera… ¿Qué seríamos nosotros sin hacernos preguntas? Es inevitable, inherente a nosotros, pensar y preguntarnos cosas, es la esencia de la vida, una esencia que se mancha cuando las preguntas, no pueden contener una respuesta positiva. En muchas ocasiones, estas preguntas solo pueden contestarse con nuevas preguntas, es entonces cuando te invade el miedo y nace el sentimiento de soledad.

Nace de la respuesta a la última de todas esas preguntas, ¡Qué putada sentirse solo!, estar en un bar y suena esa canción que habla de los amigos, de la gente que siempre ha estado contigo, desde que erais pequeños… Entonces miras a tu alrededor, y ¡Qué putada sentirse solo! Ves caras felices, labios que deletrean esa canción, pero no lo hacen al viento, lo cantan a sus amigos, a los de siempre, entonces es cuando te das cuenta, miras hacia el lado y ves gente, miras hacia atrás y ves gente, miras hacia delante y más gente, solo gente… ese es el problema…


Jorge González Jiménez – 24 de Agosto de 2008

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Estreno blog, con la única intención de poder poner mis pensamientos escritos a disposición de todos y que puedan opinar sobre los mismos, acepto tanto los comentarios positivos, como las críticas.

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